4 dic 2011

Adele asombra al mundo musical


Adele no tiene el cuerpo perfecto de Rihanna ni los movimientos sensuales de Beyoncé; no hace grandes espectáculos como Maddona ni usa los vestidos extravagantes de Lady Gaga. Sin embargo, esta joven de 23 años y apenas tres de carrera musical ha logrado superar en ventas a la reina del pop, igualar a los Beatles y posicionar su segundo disco en el número uno en 17 países. Con unos kilos de más, una silla, un piano y una poderosa voz, se robó el show este año y se dedicó a romper todos los récords. Para no ir muy lejos, la semana pasada fue nominada a seis premios Grammy, incluidos Mejor Grabación y Mejor Álbum.
Mientras la mayoría de las divas luchan por entrar en unos pantalones talla cero, Adele se siente orgullosa de ser talla 16. Al fin de cuentas, su imagen la tiene sin cuidado. “Prefiero pesar una tonelada y hacer un disco increíble que parecerme a Nicole Richie, una flacucha con un disco vergonzoso -dijo a la revista Rolling Stone-. Yo no hago música para los ojos, hago música para los oídos”.
Adele ha ido más allá del pop para incursionar en el soul y el jazz, ritmos que descubrió cuando tenía 11 años y estudiaba en una escuela de mayoría negra. Aprendió a cantar con la fuerza de sus compañeros y hoy hay quienes la señalan como la sucesora natural de Amy Winehouse. Incluso, los más aventurados se atreven a comparar su estilo y sus letras con grandes del género como Etta James o Ella Fitzgerald.
En tiempos de artistas que no cantan sino que más bien actúan, su voz hizo lo impensable: puso de acuerdo al público y a la crítica.
Adele Laurie Blue Adkins saltó a la fama mientras estudiaba en el Brit School de Londres, un colegio especializado en las artes. Todo sucedió cuando subió tres demos a MySpace como parte de una tarea. En poco tiempo, su página se volvió muy popular y varios sellos discográficos quisieron contactarla, pero ella creyó que se trataba de una broma de mal gusto o de un pervertido de internet. Finalmente, por consejo de su mamá, accedió a entrevistarse con la disquera XL (de la que también hacen parte bandas como The White Stripes y Radiohead) y firmó su primer contrato a los 19 años.
Cuando Adele compuso su primer álbum, acababa de descubrir que su novio la había traicionado. “Fui al bar donde él estaba y le pegué una cachetada. Me echaron, y mientras huía, se me ocurrió ‘Chasing Pavements’. Canté algunas frases y las grabé en mi teléfono, fui a casa y junté tres acordes”. Así nació el mayor éxito de su primer álbum, titulado 19, la edad que tenía en ese momento.
Lo curioso es que cuanto más miedo al escenario siente y más tormentosa es su vida personal, mejor canta. Además de sus fracasos amorosos, Adele se nutre de una infancia sin padre, para escribir sus canciones. La única forma en que sabe lidiar con sus problemas es escribiéndolos en un papel para luego desgarrarse la garganta interpretándolos.
Su primer álbum vendió cuatro millones de copias y en 2009 ganó dos Grammy a Mejor Artista Nuevo y Mejor Interpretación Pop Femenina. Ese sería apenas el comienzo del fenómeno Adele. Este año, con su segunda producción, 21 (también en referencia a su edad), pulverizó los récords y se convirtió en el disco más vendido en el mundo. La joven también destronó a Madonna como la solista femenina con más semanas en el número uno en el Reino Unido. Y ni siquiera los Beatles se salvaron de su éxito: Adele igualó su marca al posicionar simultáneamente dos discos (19 y 21) y dos sencillos (Rolling in the Deep y Someone Like You) entre los cinco primeros lugares de las listas de ventas de su país. Por si fuera poco, a mediados de noviembre consiguió ser la primera cantante en Europa con más de un millón de descargas digitales en iTunes.
The Guardian la bautizó como “la persona más poderosa en la industria musical” y, por cuenta de su fortuna, estimada en 8 millones de dólares, debutó en el puesto 9 de la lista de los 20 músicos jóvenes más ricos según el dominical The Sunday Times. Adele está en la cima del mundo, pero se niega a desconectarse de la realidad. No quiere caer en la trampa de la fama y por eso vive en un apartamento pequeño en Notting Hill junto con su madre y un perro salchicha que se llama Louis Armstrong, como el cantante de jazz. Tampoco es una mujer de excesos. Dice que nunca ha consumido drogas y sus únicos vicios son las malas palabras, el vino tinto y los siete cigarrillos que fuma a diario: “Me molesta cuando los cantantes escriben sobre carros, limusinas, hoteles y cosas sin importancia. Yo tengo una vida real sobre la que escribo. Soy feliz, pero también fracaso y me atormento. De eso se trata mi música. Lo demás no me interesa”.

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